Todos hemos sentido en algún momento ansiedad. Es una respuesta emocional y física que nos indica que algo no va bien o existe una amenaza y nos dispone a actuar.
La emoción es el miedo. El miedo surge del pensamiento anticipatorio negativo y catastrofista. Prepara nuestro cuerpo para:
- La lucha. Entendida como defensa física o búsqueda de soluciones.
- La huida. Alejarnos del conflicto si las circunstancias no nos permiten predecir un buen desenlace o desconfiamos de nuestras capacidades.
- Nos paraliza. Cuando la intensidad de la emoción nos desborda y se produce un colapso físico y mental.
- Para devorar. Acumulación (comida, dinero, bienes, adicciones) y exigencia (autoexigencia desmesurada y exigencia de que los demás nos den) para llenarnos ante el vacío o escasez que anticipamos y que ya sentimos.
Estas son nuestras reacciones cuando sentimos miedo, la ansiedad. Sin tomar conciencia de ello poco a poco vamos generalizado esta forma de pensar, sentir y actuar a todos los ámbitos de nuestra vida. Finalmente acabamos confundiendo esta respuesta con nuestro carácter, con lo que somos. y, como los demás sacan conclusiones de lo que ven, acaban ratificando lo que creemos que somos.
Así estamos a la defensiva siempre tratando de protegernos de lo que creemos agresiones externas. O nos alejamos de los conflictos y no solucionamos. O nos congelamos emocionalmente para no sentir dolor pero tampoco placer, a la vez que tratamos de llenarnos con comida u otras adicciones.
Lógicamente el asunto se nos ha ido de las manos. Se trata de una respuesta excesiva, desproporcionada o incluso irreal.
La ansiedad provoca un gran malestar físico y emocional con un deterioro cognitivo y físico. Y retroalimenta de nuevo los pensamientos distorsionados.
La ansiedad es un síntoma de que algo va mal en ti y hay que atender y solucionar: percepción inadecuada de la realidad, dificultad en la resolución de problemas, dificultad en la toma de decisiones, rechazo de la realidad y falta de adaptación, mala gestión emocional, desconfianza en la propia capacidad, autoexigencia, falta de motivación, traumas…
Los principales síntomas que aparecen cuando nos encontramos en este estado son:
Hiperactividad vegetativa: nerviosismo, taquicardia, sudoración, molestias gástricas, nauseas, vértigo, sensación de mareo, sequedad de boca, sensación de falta de aire, insomnio, sensación de irrealidad o despersonalización, etc.
Incremento de tensión muscular: temblor en extremidades, cefaleas de tensión, dolor de espalda, cuello y hombros, bruxismo etc.
Excesiva preocupación sobre acontecimientos negativos, foco de atención solo en lo negativo (distorsiones cognitivas), rumiación de pensamientos, dificultad para dejar de pensar, dificultad de concentración, sensación de cometer un error tras otro, incompetencia e inutilidad, baja valoración personal, sensación de agotamiento, sensación de lucha constante, etc.
Todo esto comienza de manera sutil casi sin darnos cuenta. Ante un problema de trabajo, relacional o personal. Caemos en la preocupación excesiva y vamos generalizando a otros aspectos de nuestra vida convirtiéndolo en nuestra forma de respuesta.
Es cierto que hay problemas reales que tenemos que solucionar. Hay momentos para pensar y momentos para poner en práctica soluciones, trámites o acciones. Pero nuestra obligación el resto del tiempo es respirar, generarnos bienestar y seguir viviendo.
Tu herramienta es pensar que en el momento presente no hay miedo. Tus necesidades están cubiertas en este momento. En este mismo segundo en el que estás leyendo esto, puedes sentir que estás bien y a salvo. Puedes sentir la emoción que decidas. Puedes centrar tu atención en el momento presente.
Te generas miedo con tus pensamientos acerca de lo que pasará mañana. Pero no eres adivino. Si hay algo que resolver ya lo harás mañana o cuando surja.
Si no solucionamos nuestra respuesta de ansiedad se convierte en ansiedad generalizada. El miedo, angustia o preocupación se percibe como casi constante en la vida de la persona. Y el siguiente paso lógico es la depresión.
Síntomas de la depresión:
Estado anímico decaído, tristeza.
Irritabilidad.
Pérdida de la capacidad de interesarse y obtener placer de lo cotidiano.
Disminución de la vitalidad y sensación de fatiga. Reducción drástica y constante de la actividad.
Disminución de la capacidad de atención, concentración y alteraciones en la memoria.
Inseguridad, culpabilidad y sentimientos de escasa valía.
Pesimismo y desesperanza. Perspectivas negativas sobre el futuro. Nada va a cambiar.
Indefensión y victimismo.
Pensamientos y actos suicidas o autoagresiones.
Autocastigo como saboteo a la hora de obtener placer o disfrute.
Alteración del sueño: insomnio o hipersomnia.
Alteración del apetito.
Aquí ya no hay activación física para resolver, sino que nuestro cuerpo se paraliza. La emoción es la tristeza. Es justo lo adecuado para llegar a la reflexión e introspección. El cuerpo es sabio. Si no hemos sabido solucionar lo lógico es detenerse para recuperarnos de la tensión, reflexionar y hacer cambios. Tratemos de ver este aspecto positivo de la depresión. Es una respuesta muy adaptativa de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo trata de esta manera de reestablecerse y volver al equilibrio natural y la salud.
Una depresión es ya algo mayor que nos lleva a replantearnos nuestra vida. No se trata de renunciar a lo vivido sino que ahora lo hago de otra manera.
Es un antes y un después. Salir de ella implica reconstruirnos de nuevo. Hacer cambios y tal vez un nuevo rumbo y planes de vida.
Es un trabajo complicado para hacerlo solo. Busca la ayuda de un terapeuta que te comprenda y sujete emocionalmente; te guíe a la acción adecuada y te ayude a percibir la realidad de otra manera. Si tienes dudas ¿tienes otra cosa más importante que hacer?
Tienes un largo pero apasionante y mágico trabajo por delante:
Conocerte, valorarte y amarte tal y como eres. Amar tu esencia. Autoestima
Reconocer y sanar tu niño herido. Que no se sintió amado, valorado; o fue traicionado o abandonado. Cerrar heridas infantiles que te hacen reaccionar de forma automática. Grabaciones emocionales
Identificación y gestión de emociones (inteligencia emocional). Vivir desde la emoción y conectar de nuevo con el disfrute y placer.
Soltar los mecanismos de defensa que te ahogan: congelar emociones, proyección, introyección, retroflectar, deflexión, apego
Revisar tus creencias, tus experiencias y creencias derivadas de ellas. Distorsiones cognitivas
Recolocar lo vivido. Resignificar experiencias de forma positiva, aprendizajes. Encajar el puzle de tu vida
Revisar tus valores innegociables y prioridades
Conocer y reestablecer tu identidad personal
Salir de tu zona de confort y comprometerte con tu bienestar y crecimiento. Acción
Dejar el autosaboteo como castigo y darse la libertad de experimentar algo nuevo
Confiar de nuevo en la vida y experimentarlo.
Confiar en tus capacidades y sentirlo. Autoconcepto y autovaloración
Abrirte a los que te quieren y quieres. Nutrirte del amor, del dar y recibir
Perdonarte y perdonar
Aprender a vivir en el presente. En el presente hay paz, salud y disfrute. Mindfulness
A partir de lo vivido elegir lo que quieres vivir a partir de ahora y accionar para construir lo que deseas en tu vida. Toma de decisiones. Resolución de conflictos
No dejar de aprender y revisarte. Auto-motivación
Encontrar tu sentido, tu guía. Poder personal. Felicidad
Crear tu vida: tu obra de arte y tu legado
Yo te ayudo
Carmen Sesma Psicóloga