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NO SE QUÉ HACER CON MI HIJO/A


“Mi hijo/a me odia. Me evita. Me contesta mal. Ya no sé cómo tratarle. No me cuenta nada de su vida. No es feliz. Eligió la carrera que quiso y ahora no le gusta y quiere dejarla. Está aislada. No tiene amigas/os y solo sale con su novio/a que le está comiendo la cabeza. Él/Ella y su familia.”

“Mi hijo/a no hace lo que le digo. Lo que le digo son cosas lógicas y que le facilitarían la vida y obtendría mejores resultados. Él/Ella es muy capaz pero pasa. No tiene motivación por nada”.

“Mi hijo/a se pasa el día con el móvil. Quiere ser mayor de edad para irse de casa. Le pregunto y me dice que le deje en paz. Después de todo lo que he hecho para que tuviera una buena educación y más oportunidades que las que tuvimos su padre y yo. Ya no sé qué hacer”.

Discursos como éstos son comunes en padres y madres que llegan a la consulta de Psicología porque están sufriendo y ya no saben qué hacer con sus hijos/as.

Como padres y madres tenemos la responsabilidad de procurar que nuestros hijos e hijas sean sanos, independientes, felices y con un lugar en la sociedad.

Cuando nacen nos centramos en ellos. Queremos que sean felices. Que les vaya bien en los estudios. Que tengan muchos amigos y sean queridos. Que no tengan dificultades. Que no sufran. Que sean mejor que nosotros y logren lo que nosotros no pudimos. Planificamos su vida para tenerlo todo controlado. Elegimos su colegio, sus amigos, su ropa. Nos generamos expectativas de lo que tienen que hacer, cómo comportarse, el tipo de persona que deben ser. Tratamos de crear una personalidad a la medida de lo que creemos mejor y correcto.

Sin embargo una persona es algo mucho más complejo y afortunadamente maravilloso. Solo podemos ayudar a construir de manera consciente una pequeña parte. Aunque importante y que formará los cimientos sobre los que se asienten todo lo demás.

La mayor parte del resultado final y que no podemos controlar estará dirigido por: - la biología y la psique de la propia personalidad - su propia experiencia en interacción con diversos contextos, personas y circunstancias - nuestros patrones inconscientes e incoherencias personales que aprenden en nuestra interacción con ellos - el tipo de vínculo que somos capaces de lograr con ellos y que depende de lo que lograron también con nosotros - patrones familiares transferidos de generación en generación


Ellos y ellas lo han absorbido todo de ti. Te han observado, imitado y modelado patrones de pensamiento, de emociones y conductas desde que nacieron. A veces son grandes espejos que nos reflejan nuestras propias incoherencias y dificultades. Tomar conciencia de ello nos permite resolver y crecer gracias a ellos.


Lo mejor que puedes hacer con un hijo/a con el que algo no marcha bien es:

  • Amarlo a pesar de todo. Sé su fuente de seguridad y amor. Que sepa que siempre puede acudir a ti.


  • Aceptarlo tal como es. No le juzgues ni compares. Es único/a. Solo desde este lugar puedes ayudarlo con sus dificultades. Si lo rechazas, él también se rechazará y rechazará todo tipo de ayuda.


  • Respetar su identidad. Es una persona distinta a ti. Naturalmente al principio lo aprende todo de ti. Te imita y compartís genes. Pero con el tiempo lo natural es ir diferenciándose. Permíteselo


  • Fomentar su autoestima e independencia. Que sienta que es valioso/a y capaz. Que sienta tu confianza


  • Poner límites adaptados a la edad, claros y coherentes. Con flexibilidad para negociar según van creciendo y asumiendo responsabilidad y autocuidado


  • Confiar en él/ella. A partir de los 7 años la personalidad e identidad están conformadas en su mayor parte y culminará el proceso durante la adolescencia. Confía en los cimientos que pusiste porque a partir de aquí tu tarea ya no será educar sino sostener y acompañar.


  • Los hijos son libres de elegir su destino. No están para cumplir nuestro deseos, hacer las cosas como nosotros, hacer lo que no pudimos hacer o servir de pago a nuestros sacrificios.


  • Permitir que c

ometan sus propios errores. Ahora que están con nosotros corren menos riesgo al ensayar lo que será su propia vida y estaremos para sostenerles.


  • Recuerda que el ejemplo es la mejor enseñanza. Incluso si ello implica aceptar nuestras propias limitaciones y mostrarles que como adultos las resolvemos.


  • Fomentar la comunicación. Una comunicación clara y directa. Sin dobles mensajes, críticas, sarcasmo, suposiciones. Una comunicación clara y con el valor del respeto mejora la relación y nos da la posibilidad de tener mayor influencia con los adolescentes.


  • Compartir tiempo de calidad. Conoceros como personas.


Y además, buscar la ayuda de un profesional.


Carmen Sesma - Psicóloga











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