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¿CUÁL ES EL AMOR QUE MEREZCO?


Aceptamos o rechazamos el amor de otras personas (sea cual sea el tipo de vínculo) en función del amor que creemos merecer, pero generalmente creemos que merecemos muy poco.


A veces nos impedimos expresar nuestras emociones y afecto hacia otras personas. Y también rechazamos las muestras de afecto y reconocimiento de otros. Otras veces lo damos o demandamos sin medida de forma inadecuada y disfuncional. Incluso haciéndonos daño a nosotros mismos o a otros, porque


pensamos que solo así los demás nos lo darán el amor que no nos tenemos y no merecemos.


Si no prestamos atención puede que ésto se convierta en algo crónico en determinados vínculos o se generalice a los distintos tipos de relación.


La persona acaba sintiendo insatisfacción, vacío, infelicidad, tristeza, soledad, poco valor, pérdida del sentido de pertenencia y el sentido en la vida.


Como habrás oído, lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo.


Amor-odio es un continuo entre el amor y la falta de amor.


La emoción que inhibe el amor y por lo tanto impide sentirlo es el miedo. Pero ¿a qué tenemos miedo?

  • Miedo a descubrir nuestro propio valor. Los sentimientos de otros reflejan en parte lo que somos. “No acepto lo que soy”.

  • Miedo al sufrimiento que puede generarnos salir de nuestra zona de confort. “Mejor sigo siendo víctima”.

  • Miedo a confiar, a compartir la intimidad, a generar expectativas que no se cumplan y nos hagan daño. “Es más seguro estar cerrado/a”

  • Miedo a no ser capaces de responder de la misma manera a la persona que nos ama, a defraudar y defraudarnos. “Mejor no me comprometo”.

  • Miedo a disfrutar y después sufrir por perder. “Mejor no disfrutarlo”.

  • Miedo a que no nos quiera nadie. “Lo exijo o lo doy en exceso para que me lo devuelvan”.

Por no sentir miedo, prefiero no sentir. Absurdo, ¿verdad?. Por no sufrir ya sufro negándome, sintiéndome pequeñito/a, contraído/a, sin disfrute, sin placer.


¿Cuál es el amor que merezco?


No hay una sola causa que explique la conclusión a la que ha llegado la persona acerca de lo que merece.


El proceso a través del cual se llega esa conclusión es distinto y complejo en cada persona. Y descubrirlo requiere enfrentar el miedo y el dolor para sumergirse y bucear en sus experiencias vitales y reconocer las conclusiones sesgadas obtenidas de éstas.


Es un proceso de auto-conocimiento, auto-valoración y desarrollo del amor a uno/a mismo/a.


El amor que merezco es el que me dieron o la valoración de lo que me dieron los adultos de niño/a (imitación y aprendizaje).


El amor que merezco es la interiorización de mi valor personal en base a lo que me hicieron sentir (autoestima).


El amor que merezco es hasta dónde me niego a recibir o dar más por no ser bueno/a (culpa y autocastigo).


¿De dónde viene lo que creo que merezco?, ¿Cómo lo aprendí?

  • Heridas infantiles.

  • Traumas infantiles y adultos.

  • Experiencias negativas no elaboradas.

  • Patrones de comportamiento automatizados. Condicionamientos.

  • Creencias irracionales.

  • Normas morales impuestas o autoimpuestas.

  • Bloqueos emocionales.

  • Baja autoestima.

  • La carga del sistema familiar.


El resultado es la incapacidad o dificultad para sentir amor o tomar la decisión de sentirlo. Para amarse a uno/a mismo/a, a los demás y recibir el amor de otros con naturalidad y satisfacción. Puede que ello ocurra en todo tipo de vínculo o en alguno en particular: familia, amigos, pareja, compañeros.


La comprensión de dónde me viene mi dificultad es en sí misma sanadora y motivadora para el cambio.


Con orientación ajena, técnicas terapéuticas y la propia intención pueden realizarse cambios conductuales, emocionales y de pensamiento que permitan la superación de la dificultad y el bienestar de la persona.


El ser humano necesita amar y ser amado en sus distintas intensidades y formas de vincularse. Es uno de nuestros alimentos como respirar, comer o beber. Lo necesitamos para sentir bienestar y desarrollarnos. Para experimentar felicidad y el sentido de la vida.


Si no te amas. Si no te dejas amar. Si no te sientes cómodo/a con el reconocimiento de los demás o no lo das tú. Si crees que no recibes de tu familia. Si en ninguna de tus parejas has encontrado satisfacción. No puedes continuar así.


Busca ayuda porque mereces lo mejor. Ábrete a la satisfacción de dejar brotar lo que llevas dentro y al placer de recibir lo que otros quieren darte. Entrégate al regalo de esta vida. El amor.


Carmen Sesma - Psicóloga

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