Aceptamos o rechazamos el amor de otras personas (sea cual sea el tipo de vínculo) en función del amor que creemos merecer, pero generalmente creemos que merecemos muy poco.
A veces nos impedimos expresar nuestras emociones y afecto hacia otras personas. Y también rechazamos las muestras de afecto y reconocimiento de otros. Otras veces lo damos o demandamos sin medida de forma inadecuada y disfuncional. Incluso haciéndonos daño a nosotros mismos o a otros, porque
pensamos que solo así los demás nos lo darán el amor que no nos tenemos y no merecemos.
Si no prestamos atención puede que ésto se convierta en algo crónico en determinados vínculos o se generalice a los distintos tipos de relación.
La persona acaba sintiendo insatisfacción, vacío, infelicidad, tristeza, soledad, poco valor, pérdida del sentido de pertenencia y el sentido en la vida.
Como habrás oído, lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo.
Amor-odio es un continuo entre el amor y la falta de amor.
La emoción que inhibe el amor y por lo tanto impide sentirlo es el miedo. Pero ¿a qué tenemos miedo?
Miedo a descubrir nuestro propio valor. Los sentimientos de otros reflejan en parte lo que somos. “No acepto lo que soy”.
Miedo al sufrimiento que puede generarnos salir de nuestra zona de confort. “Mejor sigo siendo víctima”.
Miedo a confiar, a compartir la intimidad, a generar expectativas que no se cumplan y nos hagan daño. “Es más seguro estar cerrado/a”
Miedo a no ser capaces de responder de la misma manera a la persona que nos ama, a defraudar y defraudarnos. “Mejor no me comprometo”.
Miedo a disfrutar y después sufrir por perder. “Mejor no disfrutarlo”.
Miedo a que no nos quiera nadie. “Lo exijo o lo doy en exceso para que me lo devuelvan”.
Por no sentir miedo, prefiero no sentir. Absurdo, ¿verdad?. Por no sufrir ya sufro negándome, sintiéndome pequeñito/a, contraído/a, sin disfrute, sin placer.
¿Cuál es el amor que merezco?
No hay una sola causa que explique la conclusión a la que ha llegado la persona acerca de lo que merece.
El proceso a través del cual se llega esa conclusión es distinto y complejo en cada persona. Y descubrirlo requiere enfrentar el miedo y el dolor para sumergirse y bucear en sus experiencias vitales y reconocer las conclusiones sesgadas obtenidas de éstas.
Es un proceso de auto-conocimiento, auto-valoración y desarrollo del amor a uno/a mismo/a.
El amor que merezco es el que me dieron o la valoración de lo que me dieron los adultos de niño/a (imitación y aprendizaje).
El amor que merezco es la interiorización de mi valor personal en base a lo que me hicieron sentir (autoestima).
El amor que merezco es hasta dónde me niego a recibir o dar más por no ser bueno/a (culpa y autocastigo).
¿De dónde viene lo que creo que merezco?, ¿Cómo lo aprendí?
Heridas infantiles.
Traumas infantiles y adultos.
Experiencias negativas no elaboradas.
Patrones de comportamiento automatizados. Condicionamientos.
Creencias irracionales.
Normas morales impuestas o autoimpuestas.
Bloqueos emocionales.
Baja autoestima.
La carga del sistema familiar.
El resultado es la incapacidad o dificultad para sentir amor o tomar la decisión de sentirlo. Para amarse a uno/a mismo/a, a los demás y recibir el amor de otros con naturalidad y satisfacción. Puede que ello ocurra en todo tipo de vínculo o en alguno en particular: familia, amigos, pareja, compañeros.
La comprensión de dónde me viene mi dificultad es en sí misma sanadora y motivadora para el cambio.
Con orientación ajena, técnicas terapéuticas y la propia intención pueden realizarse cambios conductuales, emocionales y de pensamiento que permitan la superación de la dificultad y el bienestar de la persona.
El ser humano necesita amar y ser amado en sus distintas intensidades y formas de vincularse. Es uno de nuestros alimentos como respirar, comer o beber. Lo necesitamos para sentir bienestar y desarrollarnos. Para experimentar felicidad y el sentido de la vida.
Si no te amas. Si no te dejas amar. Si no te sientes cómodo/a con el reconocimiento de los demás o no lo das tú. Si crees que no recibes de tu familia. Si en ninguna de tus parejas has encontrado satisfacción. No puedes continuar así.
Busca ayuda porque mereces lo mejor. Ábrete a la satisfacción de dejar brotar lo que llevas dentro y al placer de recibir lo que otros quieren darte. Entrégate al regalo de esta vida. El amor.
Carmen Sesma - Psicóloga