El diálogo interno es la relación que tenemos con nosotros mismos y que se produce de forma espontánea.
Nuestro diálogo interno, nuestra actividad cerebral constante, se genera a partir de lo que aprendimos de nuestros padres, nuestras tempranas experiencias (en especial hasta los 3 años primeros años de vida) y el más o menos éxito con el que nos hemos ido enfrentando a los desafíos de la vida en la consecución de placer y bienestar.
Circuitos y estructuras neuronales fijadas a través de la repetitiva activación a partir de estímulos internos y externos.
A partir de ahí surgen las creencias, patrones de pensamientos que guían nuestro sentir y actuar.
Nuestro cerebro, en la tarea de procurarnos la supervivencia, conceptualiza todo para poder anticiparse y elaborar respuestas adaptativas.
Mapas mentales acerca de cómo somos, nuestras capacidades, cómo son de fiables y si los demás contribuyen a nuestro bienestar. Modelos internos de funcionamiento acerca del amor, la amistad, el trabajo, el éxito, el dinero, el merecimiento, el bienestar. Y también lo que es peligroso y/o desagradable.
Nuestro cerebro funciona de la siguiente manera:
El diálogo interno opera como detonante del “cómo me siento”. El cuerpo siente el pensamiento. Recibe las instrucciones. Hormonas y neurotransmisores pasan a la acción.
Cómo me siento y lo que hago es lo que experimento de mí.
Lo que puedo experimentar en mi es lo que finalmente percibo acerca de lo que soy y soy capaz de hacer. Por lo tanto mi experiencia de mi es lo que soy.
Racionalizo esa experiencia. Pongo palabras y saco conclusiones.
Retroalimento el contenido del diálogo interno y me reafirmo en mi experiencia.
Si tu diálogo interno es negativo y autocrítico te generará malestar y estancamiento. Te percibirás de esa misma manera. Seleccionarás los datos de la realidad que estén a favor de tu percepción. Elegirás tus comportamientos y tomarás decisiones en función también de ese filtro. Todo porque tu cerebro funciona para constatar en la realidad todo el tiempo lo que ya tiene dentro. Sus propias estructuras de pensamiento.
El diálogo negativo sostenido, distorsionado y sin tener en cuenta todos los datos de la realidad lleva a estados mentales y emocionales alterados y patrones de pensamiento y comportamiento disfuncionales. Finalmente desencadena cuadros y trastornos de Ansiedad, angustia, depresión y estrés. Nos impide experimentar placer y bienestar.
En la investigación psicológica se ha llegado a algunas conclusiones al respecto y se han descrito 4 Principales tipos de diálogos internos:
Catastrófico: Lleva a la ansiedad
Autocrítico: Lleva a la angustia
Victimista: Lleva a la depresión
Autoexigente: Lleva al estrés
Por el contrario un patrón de pensamiento positivo, abierto, centrado en los datos, en el no error, en el aprendizaje y sin distorsiones cognitivas nos genera bienestar y crecimiento.
Lo difícil es generar nuevas hipótesis (nuevos circuitos y estructuras neuronales) y darse cuenta que también se constatan en el mundo real. Y es así porque no hay una realidad absoluta. Todo tiene múltiples perspectivas y la causalidad de los hechos es también múltiple.
Nuestro cerebro tiene una enorme plasticidad y capacidad de aprendizaje si lo utilizamos de forma consciente y a nuestro favor.
Generando nuevos circuitos de pensamiento podemos proporcionarnos nuevas experiencias.
Con afirmaciones y pensamientos alternativos que nos lleve a generar una emoción y una experiencia de nosotros mismos más placentera.
Con pequeñas pautas conductuales que aporten nuevos datos para modificar nuestros patrones de pensamiento
Se empieza a hablar de lo que sería el diálogo liberador: Silencio, atención, escucha sin juicio, comprensión, aprendizaje en vez de error, amor propio, aconsejarnos y alentarnos a superarnos.
La visita a un Psicólogo puede ayudarte a cambiar ese diálogo interno para que trabaje a tu favor