Adentrarnos a observar nuestro mundo emocional y gestionarlo de manera constructiva es algo complejo que nos lleva años de experiencia personal.
Desde la Psicología como disciplina científica aún nos queda por descubrir cosas acerca de la Inteligencia Emocional, término acuñado por primera vez por el psicólogo Daniel Goleman.
Pero lo que a ti debe interesarte es cómo aplicar de forma práctica todo ese conocimiento para que haga tu vida más fácil y placentera.
En este artículo te enseño una sencilla técnica que puedes aplicar en tu día a día para gestionar tus emociones y entender por qué se producen.
En primer lugar fíjate que hablo de gestionar, y no de controlar o manipular.
La emoción que sientes es siempre la adecuada, no está equivocada, y una vez se da no se debe reprimir o negar.
Debe expresarse porque para ello se generó. Lo que si puedes gestionar es la forma y la intensidad de expresarla, en la medida de tus posibilidades, para que no tenga consecuencias negativas para ti o para los demás.
La emoción que surge no es errónea. Es el resultado del procesamiento de la información externa que entra por los órganos de tus sentidos y la comparación que tu mente hace con la información vital almacenada.
La mente lógica elabora la mejor respuesta-emoción para nuestra supervivencia en función de lo interpretado. Por lo tanto si hay algo equivocado no es la emoción sino la información adquirida o bien la interpretación de ésta en función de lo que tenemos en nuestros almacenes consciente e inconsciente.
Cuando en nuestra interpretación de la realidad chocamos con algún contenido inconsciente calificado como amenazante para nuestra estabilidad física o emocional, nuestra emoción se dispara a su máxima intensidad de sentir. Consecuentemente toma el control de nuestro cuerpo y comportamiento.
Aún así y cómo de un procesamiento paralelo de la información se tratara, nos damos cuenta en ese momento o después que en realidad hemos magnificado el peligro real y que nuestro comportamiento puede tener efectos negativos en los demás, en nosotros mismos y en una relación.
Por ejemplo; si mi hijo ha hecho algo que me ha causado un enfado extremo tal vez no sea adecuado expresarlo de esa manera cuando mi objetivo último es que confíe en mi y me haga partícipe de su vida. El enfado lo voy a sentir en un primer momento pero antes de expresarlo debería analizar si realmente ha puesto en peligro su integridad o la mía; si mis miedos son reales o no le estoy permitiendo aprender a través de su experiencia; si lo que hizo me afecta personalmente por bloqueos o traumas personales; si choca con mis creencias o normas morales personales…
Aunque parezca increible este nuevo procesamiento de la información lleva a penas segundos con la práctica, y, como a estas alturas puedes adivinar, el pensamiento es clave para generar la emoción o reducir su intensidad.
La emoción conecta mente y cuerpo. Es lo que nos lleva a accionar.
No podemos poner palabras a lo que es sentir una emoción. Es algo que experimentamos físicamente en el cuerpo y la vez una sensación que transciende al síntoma físico. Pero la emoción tiene una causa física. Se trata de un cóctel bioquímico específico para cada emoción y que nuestro cerebro crea para que nuestros órganos y músculos se pongan en movimiento para responder.
Y tras esta mínima información acerca de lo que son las emociones paso a explicarte los pasos que yo he sintetizado para que de forma rápida puedas gestionar tus emociones:
1. Presta atención a las señales fisiológicas de tu cuerpo. Sudoración, malestar, nerviosismo, temblor…Te das cuenta de que va aumentado su intensidad.
2. Ponle nombre. Enfado, rabia, frustración, ira…
Estos dos primeros pasos te resultarán más fáciles si previamente has tenido un entrenamiento en prestar atención a tus emociones a lo largo del día.
3. Reduce su intensidad a través de centrar tu atención en la respiración. De esta forma paras el pensamiento responsable de la descarga bioquímica e impides una nueva dosis que intensifique el efecto fisiológico de la emoción
4. Identifica el pensamiento que ha provocado la emoción y contrasta de nuevo la información recibida y almacenada. Tendrás una nueva perspectiva y evaluarás la adecuación de la emoción primaria generada. El pensamiento es muy rápido y con práctica te llevará unos segundos.
De todas formas si la emoción te desborda y no puedes realizar esta reflexión, déjalo para otro momento y pasa al siguiente paso.
5. Cambia tus pensamientos. Introduce en tu diálogo interno distintas explicaciones de lo que está sucediendo y pensamientos que te tranquilicen. Ello generará una nueva emoción que modificará tu comportamiento en función de la consecución de tus objetivos.
Por último y cuando la situación conflictiva haya pasado debes realizar una reflexión acerca de lo sucedido para que situaciones similares no desencadenen la misma respuesta emocional de forma automática. De esa manera podrás decidir de forma consciente tu comportamiento y sentir.
Debes preguntarte cuál es el pensamiento que estaba tras esa emoción. Pregúntate qué es lo que en realidad te molestó de la persona, de la situación. Qué norma moral estaba incumpliendo la otra persona. Qué injusticia estabas soportando. Qué necesidad tenías. Cual sombra o herida tuya tocó.
Tus emociones te sirven de guía en tu auto-conocimiento.
A través de ellas conoces aquellas partes tuyas que necesitan ser revisadas.
Cuánto más lo practiques, más claras serán tus emociones. Reflejarán tu verdadera persona y no tus miedos o limitaciones. Se transformarán en emociones positivas la mayor parte del tiempo posible guiándote hacia potenciar aquello a lo que tu das importancia y te hace disfrutar.
Porque por otro lado la felicidad está hecha de emociones placenteras.
Si tienes cualquier consulta sobre este u otros temas, no dudes en contactar con nosotros.
Carmen Sesma - Psicóloga