En mi experiencia en consulta he constatado que cuando las cosas no van bien lo único que puede ayudarte es sentir que mantienes el control.
Para ello debes saber y experimentar que solo tú tienes el poder de dirigir tu pensamiento, gestionar tu emoción y tu comportamiento.
Tener el control, a pesar de las circunstancias externas, pasa por tomar decisiones y accionar.
Expresa tu emoción. Tienes derecho a enfadarte y a mostrarlo. Pero ten cuidado de caer después en la queja continua que puede paralizarte
Gestiona tus pensamientos. Observa qué te estás diciendo y cómo influye en cómo sientes y accionas. Mira si puedes decirte otra cosa que te haga sentir mejor y tener una visión más amplia del problema.
Escucha a los que te rodean. Tal vez puedan aportarte alguna idea de solución. Ten cuidado con la opinión de los que no empatizan contigo.
Cuídate. Si te sientes mal es precisamente cuando más tienes que cuidarte. Como harías con una persona que quieres. No descuides tu aspecto físico, tu alimentación, tu descanso, tu disfrute.
Presta atención a tu valor personal. Repasa tus cualidades, virtudes y experiencia anterior de superación y aprendizaje.
Compréndete. Tu reacción es la única que hubieras podido tener. En todo momento haces lo que puedes.
No te juzgues, no te culpes. No hay una forma perfecta de hacer las cosas. La culpa paraliza.
Toma decisiones. Si has hecho todo lo anterior, ya has empezado a tomar decisiones y a accionar.
Pequeñas metas. Ahora ocúpate del asunto que te preocupa y empieza a marcarte pequeñas metas que te vayan llevando a la solución del problema.
Sé flexible. Si te autoexiges en exceso no avanzarás.
Adáptate y revisa tu plan en función de lo que vaya sucediendo según accionas.
Refuérzate. Presta atención a tu avance a pesar de que no sea como te gustaría, de esa manera tendrás energía para persistir.
Solo tú puedes accionar tras haber ejercido tu poder de decisión.
Hazlo desde la calma, recogiendo información y dejando lugar a tu intuición. Ante la duda escoge aquello que te dé paz.