Nuestras creencias son como brújulas.
Marcan el camino hacia donde nos dirigimos.
Nos dicen cómo tenemos que sentir y actuar.
Lo que la mente tiene grabado es lo que repite una y otra vez escapando de nuestro control.
También son nuestras gafas. A través de ellas interpretamos la realidad, nuestras experiencias y emociones. Sacamos conclusiones que las confirman.
Y todo ello puede que no tenga nada que ver con la realidad.
Las creencias están grabadas a fuego desde hace años. En la mayor parte de los casos en nuestra infancia.
La mayoría son inconscientes. Nos parecen tan naturales que las consideramos conocimiento exacto acerca de la vida, los demás o mi mism@.
Vienen de lo que otros dijeron de nosotr@s de pequeñ@s, de nuestra experiencia sesgada, de bloqueos emocionales, de nuestro sistema de valores adoptado, de nuestros enredos mentales no contrastados, de nuestras culpas y todos los mecanismos de defensa que nuestra mente utiliza para protegernos del dolor y no enfrentarnos a la experiencia.
Las creencias son pensamientos que dirigen nuestra conducta y que nos limitan impidiéndonos hacer otra cosa. Con lo cual siempre vamos a confirmarlas en la experiencia.
Pasos para deshacernos de ellas
Identificar qué pensamos acerca de los asuntos que están relacionados con aquellas áreas de nuestra vida en las que tenemos dificultad y siempre repetimos lo mismo.
Darnos cuenta de que no son verdades absolutas y que hay numerosas experiencias propias que las contradicen.
Analizar cómo ha dirigido nuestra vida esa creencia.
Cuando, cómo y de quién lo aprendimos.
A qué le tenemos miedo en realidad.
En qué nos ha limitado.
Si nos vemos en el futuro con esa creencia.
Reflexionar sobre cómo sería nuestra vida, cómo nos sentiríamos y qué cosas haríamos sin ella.
Desarrollar una nueva creencia más positiva, que nos haga sentir mejor y llevar a cabo lo que queremos.
Interiorizarla y decírnosla cada vez que aparezca la antigua creencia limitante.
Carmen Sesma - Psicóloga