La primera decisión debe ser el sentimiento de alegría y amor por un@ mism@.
Cuando me planteo tomar una decisión me embarga la confusión. Quiero cambiar algo en mi vida pero no estoy segur@ de que la decisión que tome sea la adecuada.
Con la confusión viene la inseguridad. ¿Realmente quiero esto para mi vida?, ¿me puedo fiar de mis sentimientos o es un capricho mío?
No nos han enseñado a sentirnos, a fiarnos de lo que sentimos, y mucho menos de lo que nuestro cuerpo trata de mostrarnos.
Además, están todos los obstáculos físicos y sociales
De ahí paso a la tristeza ¿realmente me quiero?, ¿soy capaz de hacer un cambio?
Y finalmente aparecen la apatía, el miedo paralizante y la resignación.
Tras un periodo tranquilo y al cabo de un tiempo, vuelve a mi cabeza eso que quiero de la mano de la insatisfacción. Entonces, ¡no es un capricho¡ Es una necesidad.
¿De dónde cogemos fuerza para tomar una decisión y salir del círculo vicioso?
Creo que desde la tristeza e insatisfacción puedo realizar el cambio, pero ya sé dónde me ha llevado eso. En realidad es una excusa. Pensamos que mostrando nuestra tristeza, los demás realizarán el cambio por nosotr@s. Pero solo un@ mism@ puede tomar la decisión. Y desde la tristeza no hay movimiento, sino desde la emoción positiva.
No se trata de buscar la alegría en el cambio, sino de estar alegre para poder cambiar.
Si primero trato de estar en paz, tranquil@, en el momento presente con atención plena, valorándome y queriéndome en primer lugar; podré tener alegría. La alegría me pone en acción sin perder de vista mi objetivo.
Puede que aún haya cierta confusión, pero de ahí surgirá mi lucidez, mi valor y la fuerza necesaria para tomar una decisión y llevarla a cabo. Ahí estará esperándome el cambio que quiero en mi vida.