Nos aferramos a los recuerdos. Revivimos una y otra vez el placer nos produce el recuerdo de aquella vivencia tan gratificante y que perdimos.
Aunque el recuerdo fuera doloroso puede que también nos tenga prisioneros. Aunque duela, nos consuela, pero también nos impide seguir avanzando y crear nuestra vida cada día.
Pero seguimos viviendo e instintivamente queremos ser felices. Para ello hemos nacido. Y muchas veces no podemos, añoramos el pasado.
¿Cómo lo superamos? Debemos sacar a la luz ese pasado, mirarlo y reconocerlo. Agradecer con amor lo bueno que nos dio y lo que supuso de aprendizaje para nosotros. Porque ello contribuyó a ser la persona maravillosa que ahora somos. Con la comprensión, viene el perdón. Podemos perdonar y perdonarnos.
Lo que fue, fue. Era lo que tenía que suceder y no podía ser de otra forma. Fue lo que pudimos hacer en aquel momento. Gracias a ello somos como somos y crecimos.
Ahora podemos dejarlo atrás y seguir con nuestra vida. Buscando la felicidad que es lo que en esencia somos.
El recuerdo siempre permanecerá, pero ya no condicionará nuestra vida y podremos mirarlo siempre que queramos, solo como un recuerdo: "Siempre te llevaré en mi corazón"