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El DSM V incluye el duelo como un detonante de un proceso depresivo.

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El duelo patológico continúa sin constituir una etiqueta diagnóstica. Sin embargo, se considera duelo complicado cuando la reacción depresiva a la pérdida de un ser amado, por una ruptura o por su fallecimiento, se cronifica más allá de los meses.

Si bien la reacción depresiva constituye una fase natural del proceso de duelo, este podría ser objeto de tratamiento psicológico cuando lejos de resolverse a través de la aceptación de la pérdida, evoluciona hacia el desarrollo de sintomatología de depresión mayor.

 

Existen varias formas de duelo complicado. Una de las clasificaciones de más consenso establece cuatro subtipos:

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Duelo crónico.

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Pasa el tiempo y la persona no se adapta a la nueva situación y continua manifestando dolor intenso, angustia o la ansiedad ante pérdida.

Duelo retrasado o pospuesto.

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Tras la pérdida la persona, por diferentes motivos, pospone parcial o totalmente su reacción emocional. Pasado un tiempo, vuelve a experimentar una fuerte carga emocional ante algún acontecimiento que reabre la herida.

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Duelo exacerbado.

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La persona se siente desbordada de dolor y trata de evadirse mediante ciertas conductas de evitación, como consumo excesivo de alcohol o drogas, centrarse obsesivamente en el trabajo, en salir o en cualquier conducta que le permita sobrellevar el dolor, lo cual puede llevar, en última instancia, a desarrollar algún trastorno psicopatológico, como problemas de ansiedad o depresión.

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Duelo enmascarado.

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La persona manifiesta cambios conductuales, cognitivos o emocionales sin relación consciente con el duelo. Por ejemplo, puede experimentar síntomas físicos similares a los del fallecido antes de morir o desarrollar problemas psicopatológicos (ansiedad, trastornos alimentarios, etc.), sin ser consciente de que su malestar se relaciona con el duelo no resuelto.

 

 

Síntomas del duelo complicado:

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  • Intenso dolor y/o reacción emocional intensa ante cualquier referencia a la pérdida.

  • Reacción emocional sobredimensionada ante acontecimientos de escasa importancia.

  • Dificultades para desprenderse de objetos pertenecientes a la persona fallecida.

  • Desarrollo de síntomas fisiológicos o somáticos parecidos a los que experimentaba el fallecido antes de la muerte.

  • Dificultades para relacionarse con familia, amigos y/o reticencias para desarrollar actividades asociadas con el fallecido.

  • Estado anímico decaído, abatimiento, culpa y/o baja autoestima

  • Se comienza a imitar a la persona fallecida, compensando la pérdida a través de su identificación con la persona fallecida.

  • Reacciones fóbicas respecto a la enfermedad o motivo de defunción y/o tanatofobia (miedo exacerbado a la muerte).

 

Terapia

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El proceso terapéutico se adecua a la historia, experiencia y características personales  del paciente.

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Se le acompaña en el proceso:

  • del manejo de sus síntomas depresivos

  • ventilación   y elaboración emocional

  • aceptación de la pérdida

  • aprendizaje y reajuste personal tras la pérdida

  • adaptación a sus nuevas circunstancias afectivas, familiares, sociales, de la vida diaria

  • recuperación de actividad gratificante

  • proyección de la persona hacia el futuro

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