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Nos referimos a lo que llamamos comúnmente dependencia emocional distinguiéndolo del trastorno de personalidad  dependiente.

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El primero se refiere a una forma de sentir y actuar de algunas personas en sus relaciones afectivas que generalmente no incapacita a la persona en otros ámbitos de su vida. El segundo, el trastorno de personalidad dependiente (etiqueta diagnóstica contemplada en el DSM-V) se refiere a una necesidad patológica de cuidado y protección en contextos diversos y que causa una falta de funcionalidad y autonomía en la persona.

 

Las causas de la dependencia emocional se remontan a la infancia y tienen que ver con cómo se desarrolló el vínculo con las personas de apego. El estilo de apego no permitió desarrollar las habilidades de independencia y autonomía personal necesarias para establecer relaciones equilibradas.

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Falta de afecto: No se cubrieron las necesidades de afecto del niño por parte de las personas significativas y/o solo eran cubiertas cuando el niño cumplía con las expectativas de los adultos. El niño llegó a la conclusión de qué el amor, la aceptación, y el afecto se consiguen por medio de la acomodación a las necesidades de los demás.

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Desarrollo de una autoestima inestable: No hubo un refuerzo estable de la autoestima y valoración del niño por parte de los adultos. Como consecuencia el niño no aprende a valorarse y de adulto depende de la valoración de los demás.

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Sistema de creencias irracionales: sobre las relaciones, los vínculos y los roles personales dentro de las relaciones desarrollado durante la infancia y consolidado con la experiencia.

 

Los resultados de la dependencia emocional son: relaciones inestables, insatisfacción en la relación, disminución de la autoestima, ansiedad.

 

Algunos de los rasgos más frecuentes en la persona con dependencia emocional son:

 

  • Baja autoestima. El autoconcepto varía en función de la imagen que recibe del otro.

  • Lugar prioritario del amor. La relación de pareja o con esa persona es el eje de su existencia resultando la desatención de trabajo, familia, amigos, etc.

  • Necesidad de contacto continuado. Existe una necesidad excesiva de contacto con el otro, lo que se traduce como un deseo de acceso constante, ya sea por cercanía física, vía teléfono,  whatsapp, etc.  Puede resultar agobiante e incómoda para el otro.

  • Estado anímico disfórico. El estado anímico de la persona dependiente está sujeto al desarrollo de la relación y la interpretación que hace acerca del comportamiento de la otra persona.

  • Necesidad de aprobación externa. Preocupación excesiva por agradar al otro.

  • Miedo excesivo al abandono. La posibilidad de ruptura y la anticipación de soledad acostumbra a venir acompañada de preocupación, ansiedad, celos, vigilancia y/o control.

  • Asimilación del otro. Las personas dependientes pueden llegar a asumir el sistema de creencias de su pareja, por encima del propio.

  • Demanda de exclusividad. La entrega excesiva será acompañada de un deseo de reciprocidad. La insatisfacción de unas expectativas excesivas puede ser interpretada como la antesala del abandono, provocando un gran malestar.

 

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Terapia:

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La terapia va dirigida a identificar aquellos aspectos que generan y mantienen las dinámicas relacionales de dependencia y a potenciar la autonomía emocional y conductual de la persona de forma que su bienestar no dependa de nadie

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  • Revisión y modificación del sistema de creencias, mitos y nueva mentalización acerca de las relaciones y el amor

  • Aumento de la autoconfianza y seguridad personal

  • Mejora de la autoestima y la autoimagen

  • Desarrollo habilidades sociales y comunicación asertividad

  • Toma de decisiones, resolución de problemas

  • Aumento de la autonomía y el desarrollo de espacios individuales

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